Cuando hace casi tres años me dijeron que posiblemente no viviría más de un año y medio, no tuve otra opción más que aprender a encontrarme a mí misma cada instante que vivo. Cada vez que me siento amenazada por el cáncer el desafío está en no anticiparme al dolor que pueda llegar a volver – por más cicatrices que haya dejado impresas en mi alma- para que no se transforme en enojo; ni al placer – por más satisfacción y confort que me pueda ofrecer- para que no se transforme en adicción. Porque ni la anticipación, ni el dolor, ni el placer van a ayudar a deshacer mi ansiedad. Ahora, acá, éste cuerpo es mi casa y ser fuerte es mi única mejor opción.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.