La medicina dice que poseo cáncer incurable, yo digo: tal vez posea cáncer incurable, pero definitivamente el cáncer no me posee.

Si me transformo en esclava de este cáncer pierdo toda libertad, pero si me olvido de su presencia pierdo toda posibilidad de supervivencia.

Paso mi tiempo en una continua búsqueda de equilibrio entre mi memoria y mi olvido para poder seguir viviendo a pesar de mis circunstancias, ya sea para vivir bien o para morir bien.

Memoria para mantener mi mente clara y calma tanto en momentos de tormentas como en tiempos de paz.

Memoria para acordarme de todos los que conocí con cáncer y que ya no están, recordando que ellos también hicieron todo lo que pudieron hasta que no pudieron mas, olvidando su sufrimiento porque ese es propio, personal, privado.

Memoria para recordar lo importante que es mantener la esperanza, que es real hasta que la perdés.

Memoria para mantener mis hábitos sanos activos en días de fiesta porque es ahí donde existe riesgo de olvidarlos y no sólo recordarlos cuando el dolor exprime mi sangre, tiesa mis nervios y ya no permite continuar con muchas de mis actividades cotidianas.

Memoria para seguir estudiando en pos de comprender más a este cáncer con quién cohabito y para recordar de parar cuando es suficiente porque si no se me pasa la vida dentro de un libro y ya deja de tener significado.

Olvido del dolor pasado -físico y psíquico-, para poder planificar mi vida hoy, pero memoria para mantener vivo su recuerdo y vivir en consciencia.

Olvido también, aunque cueste, de mi vida pasada para darle lugar a una versión nueva y, si tengo suerte, mejorada.

Memoria de la acción y olvido de la reacción, memoria del amor y olvido del temor.

Memoria del presente y olvido del futuro.

Porque ahora estoy acá y después no lo sé.

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